martes, 30 de julio de 2013

"Bartleby, el escribiente" Herman Melville

Cuando se pronuncia el nombre de Herman Melville todo el mundo piensa automáticamente en Moby-Dick. Yo no le voy a quitar mérito a una de las obras que más ha influido en la sociedad estadounidense durante los últimos siglos, pero es que “Bartleby, el escribiente” es sencillamente diez mil veces superior en calidad y complejidad a la bien celebrada obra de Herman Melville que nació en Nueva York el 1 de agosto de 1819. Su familia paterna, originalmente apellidada Melvill, estaba emparentada remotamente con la aristocracia inglesa, y la materna, los Gansevoort, provenía de uno de los primeros pobladores holandeses de la isla de Manhattan, y directamente de un afamado héroe de la Revolución norteamericana. Su padre tuvo que declararse en bancarrota en 1830 suicidándose un año después. Dejó viuda y ocho hijos, cuatro mujeres y cuatro hombres. Herman era el segundo de los varones y el tercero en total. Cuando su padre murió contaba doce años. La muerte del padre supuso una debacle familiar que obligó a lo hijos mayores a dejar los estudios y al traslado familiar desde Nueva York a Albany, donde Herman Melville fue empleado en un banco local. Pasó luego a desempeñar diversos oficios, entre ellos el de maestro rural. Con diecinueve años recién cumplidos, viendo que sus opciones no eran muchas se embarcó en un barco mixto –carguero y de pasaje–, a su regreso volvió al puesto de maestro rural pero se terminó embarcando por segunda vez, ahora un ballenero, el Acushnet. Un año y medio después, desertó junto con un compañero y ambos fueron a caer en manos de una de las tribus con peor fama de canibalismo de todos los Mares del Sur: los Typee. Aquejado de una extraña lesión en una pierna que se hizo durante su huida, permaneció entre ellos durante un mes, transcurrido el cual fue “vendido” por los nativos a otro barco ballenero, el Lucy Ann. Desembarcado junto con el resto de la tripulación, fueron acusados de amotinamiento y encarcelados. Una vez liberado, vagabundeó hasta que embarcó en un tercer ballenero, el Charles and Henri del que se despidió cuando este fondeó en Lahaina, antigua capital de Hawai, en la isla de Maui. Allí vivió unos meses, hasta que finalmente se enroló en la fragata de la marina norteamericana United States, en la que sirvió como marinero raso durante más de un año, en 1844 fue licenciado con todos los honores cuando el barco llegó a Boston. En total había estado ausente tres años y nueve meses. Nuevamente en tierra sin oficio, al observar hasta qué punto eran apreciadas entre sus allegados las historias que narraba sobre sus aventuras, Melville se aplicó a redactar el relato de su deserción del Acushnet y su estancia entre los caníbales. El resultado fue un libro que le valió una instantánea fama y unos aceptables ingresos, y que acabaría convirtiéndose en un clásico de la novela de aventuras. Visto el éxito obtenido, redactó una secuela de esas memorias “vagabundo”, en la que narraba su posterior estancia en las Islas de la Sociedad. La notoriedad que le proporcionaron sirvió para abrirle las puertas de los círculos literarios de Nueva York, así como el aplomo suficiente para contraer matrimonio en 1847 con Elizabeth Shaw hija de un eminente juez de Boston. Su tercera obra fue presentada ya como una obra de ficción, volvía a incidir en la temática de los Mares del Sur, pero su naturaleza alegórica y enciclopédica no resultó del agrado ni de la crítica ni del público. Este fracaso, que coincidió con el nacimiento de su primer hijo, lejos de desanimar a Melville, supuso un acicate para él. Decidido a recuperar su prestigio como escritor, realizó la hazaña de redactar las más de setecientas páginas que suman los textos de sus dos siguientes libros en sólo cuatro meses. Ambas novelas están basadas también en su experiencia en el mar. En esta época colabora también en la revista Literary World y en 1849 realizó un viaje a Europa, en parte para gestionar la publicación de su obra de Inglaterra y en parte por avidez de cultura. A su regreso emprendió la redacción de “Moby-Dick", casi dos años, durante los cuales se trasladó a Massachusetts. El esfuerzo de la creación de una obra como Moby Dick, unido a su fracaso comercial, le pasará factura psicológicamente. Su siguiente obra,”Pierre”, es un caótico melodrama que supone un fracaso aún mucho mayor y su descrédito literario. Aislado en su granja, publica a continuación una serie de narraciones breves de gran originalidad entre las que se encuentra “Bartleby, el escribiente”. Acosado por las deudas, se verá obligado a vender la granja y regresar a Nueva York, donde acabará aceptando un modesto trabajo como inspector de aduanas. Aunque todavía publicará dos novelas más, durante la última parte de su vida se dedicará a la poesía, y en especial a la redacción de un larguísimo poema épico basado en sus experiencias durante un viaje a Tierra Santa. Su vida, por lo demás, estuvo marcada por problemas físicos y psicológicos, en especial a raíz del suicidio de su hijo mayor. Falleció en 1891 completamente olvidado, pero su obra prevaleció entre unos pocos aficionados, y a partir de la segunda década del siglo XX su figura fue revalorizándose hasta convertirse en uno de los más apreciados escritores no sólo de la literatura norteamericana, sino de la mundial.
“Bartleby, el escribiente” Fue publicado por primera vez, de forma anónima, en el Putnam´s Magazine de 1853. Hacia 1856, con pequeños cambios, fue incluido en el libro de Melville The Piazza Tales.
Según se cree, para crear esta obra, Melville se inspiró en parte, en su lectura de Emerson. El relato fue adaptado al cine por Crispin Glover en 2001.
Narra la historia un abogado de nombre desconocido que tiene su oficina en Wall Street, quien, según sus propias palabras, "en la tranquilidad de un cómodo retiro, trabaja cómodamente con los títulos de propiedad de los hombres ricos, con hipotecas y obligaciones". Tiene tres empleados, con los apodos de Turkey ("Pavo"), Nippers ("Tenazas") y Ginger Nut ("Nuez de jengibre"). Turkey y Nippers son copistas, o escribientes, en tanto que Ginger Nut, que tiene sólo doce años, es el chico de los recados. Los dos escribientes no son suficientes para hacer el trabajo de la oficina, por lo cual el narrador pone un anuncio para contratar un nuevo empleado, al reclamo del cual acude Bartleby, quien es de inmediato contratado. Su figura es descrita como "pálidamente pulcra, lamentablemente respetable, incurablemente solitaria". El narrador asigna a Bartleby un lugar junto a la ventana. Al principio, Bartleby realiza una gran cantidad de trabajo. Sin embargo, cuando el narrador le solicita que examine con él un documento, Bartleby contesta: "Preferiría no hacerlo" ("I would prefer not to", en el original). A partir de entonces, a cada requerimiento de su patrón para examinar su trabajo, Bartleby contesta únicamente esta frase, con total serenidad, aunque continúa trabajando como copista con la misma eficiencia que al principio. El narrador descubre que Bartleby no abandona nunca la oficina, y que en realidad se ha quedado a vivir allí. Al día siguiente formula algunas preguntas, a las que Bartleby contesta sólo con su consabida frase. Poco después, Bartleby decide no escribir más, por lo cual es despedido. Pero se niega a irse, y continúa viviendo en la oficina. Incapaz de expulsarlo por la fuerza, el narrador decide trasladar sus oficinas. Bartleby permanece en el lugar, y los nuevos inquilinos se quejan al narrador de la presencia de Bartleby, que se niega a irse. El narrador intenta convencer a Bartleby, sin conseguirlo. Al fin, Bartleby es detenido por vagabundo y encerrado en la cárcel. Allí, poco después de la última visita que le hace el narrador, se deja morir de hambre. “Bartleby, el escribiente” es un relato precursor del existencialismo y de la literatura del absurdo. Anticipa algunos temas comunes en obras de autores como Kafka en forma de crítica de la sociedad actual. Albert Camus cita a Melville, junto a Kafka, como una de sus grandes influencias, en una carta de 1998. En 2000 Enrique Vila-Matas publicó su libro “Bartleby y compañía” en el que designa como "bartlebys" a aquellos escritores que renunciaron, por variadas razones, a seguir escribiendo ya que Bartleby simboliza la teoría nihilista como enfrentamiento ante la sociedad. Niega cualquier clase de poder y orden hacia él, pero siempre de una forma pacifista. Un antisistema adelantado pero consciente de los fallos que ya existían en la sociedad consumista donde un hombre es lo que hace y vale según el trabajo que realiza. Negarse a a aceptar sus normas supone un ataque a lo más profundo de las reglas capitalistas mundiales. Desde aquí, Bartleby, me levanto y me quito el sombrero en señal de respeto ante semejante comportamiento. Y a vosotros os aconsejo vivamente leer este breve relato que está narrado con grandes dosis de humor e ironía, siempre desde el punto de vista de la incomprensión que le produce a su jefe las sistemáticas negativas de Bartleby.

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